En semanas recientes el tema en todos lados es el caso del legislador Rivera Guerra quien alegadamente posee dos propiedades sin registrar en el CRIM, no es cliente de AAA/AEE pero tiene ambos servicios y legisla en beneficio suyo. Lamentablemente no es el único «honorable» en años recientes que ha estado envuelto en problemas. Tenemos además el caso del «Cuchín», la legisladora de los galeones, el maltratante conyugal, el que usaba cocaína y hasta uno que antes las cámaras de una importante cadena de noticias de Estados Unidos, hostigó a una joven estudiante de periodismo en uno de los «viajes oficiales» que continuamente les pagamos.
Pensamos que ya hemos tocado fondo con estas personas que se suponen que nos represente. Por cosa del destino, en mi baúl de recortes de periódicos encontré unos artículos de abril de 1982 publicados por El Nuevo Día. En estos se describe el despilfarro de dinero, nepostísmo y falta de ética de la legislatura para aquel momento. Al igual que hoy, los legisaldores desde esos años se justificaban de la denuncias públicas indicando que sus acciones y privilegios eran completamente legales y que lo legal y lo moral no se debían mezclar. Un cliché que en el gobierno casi sea adoptado como un himno.
Lo más que más que le sorprenderá al leer estos artículos es que increíblemente aún hay gente que llevan allí 30 años guisando en el Capitolio como senador y otros ex senadores contratados como asesores legislativos. Ver enlace:
http://issuu.com/jalmeyda/docs/1982-legislatura-pr?mode=window&backgroundColor=%23222222